Había una vez una familia de tres
osos que vivían en una hermosa casita en lo más profundo del bosque. Llevaban una vida tranquila lejos de todo.
Un día, mamá osa había preparado y
servido una deliciosa sopa, pero estaba demasiado caliente para comérsela. Entonces la familia decidió salir a caminar mientras
la sopa se reposaba un poco en los tazones.
Como siempre, los tres osos salían sin cerrar la puerta con llave, no
era necesario, jamás alguien se había aventurado a internarse tanto en el
bosque. Excepto ese día, precisamente…
El aire estaba suave y el sol acariciaba las hojas. Una niña de nombre Ricitos de Oro que había querido disfrutar también del buen día, se perdió entre los árboles cuando recogía flores. Después de caminar muchas horas, ella estaba muy cansada y hambrienta. De pronto, sintió un delicioso olor a comida…que la llevó hasta la casita de los osos.
Ricitos de Oro tocó a la puerta,
esperando que alguien la invitara a entrar, pero nadie le respondió.
¿Hay alguien en casa? Preguntó
ella. Nadie le respondió…ella giró la
manija y la puerta se abrió. Adentro,
vio sobre la mesa los tres tazones con sopa humeante.
La joven tenía tanta hambre que se
abalanzó sobre el tazón más grande pero la sopa estaba tan caliente que casi se
quema. Ensayó el tazón mediano, pero
estaba todavía muy caliente. En cambio
la sopa del tazón más pequeño estaba en su punto y Risitos de Oro se la devoró.
Deseosa de
descansar, encontró tres sillones en la sala.
El primero era demasiado duro, el segundo muy suave, solo el tercero
estaba perfecto, si las patas no se le hubieran partido cuando la niña quiso
sentarse.
Ricitos de Oro quien
estaba caída de sueño, recorrió el resto de la casa y encontró la habitación de
los ositos.
Ensayó la cama más
grande, pero estaba demasiado dura.
Ensayó la cama mediana, pero estaba muy blanda. Solamente la cama pequeña estaba
verdaderamente confortable. Ella levantó
las cobijas, se acostó y de inmediato se durmió.
Al regresar los
tres osos a la cabaña se sintieron un poco enojados de lo que vieron.
¡Alguien se había
comido la sopa del osito y quebrado su sillón preferido! ¡Alguien estaba durmiendo en su camita y
había desorganizado la habitación!
Cuando Ricitos de
Oro se despertó y vio los tres osos al lado de la camita mirándola, ella gritó,
saltó de la cama y se escapó lo más rápido que pudo. ¡Después de esta aventura, la joven no se internará
nunca jamás sola en el bosque, y los tres osos no saldrán nunca jamás sin
cerrar la puerta con llave!
Dibujos: Alla Ipatova y Petelina Inna