Había una vez una mamá pata quien recibió
una gran sorpresa al ver eclosionar sus huevos.
Todos sus pichones estaban amarillos y esponjosos excepto el último, que
estaba más grande que los otros y recubierto de unas plumas grises y feas.
“Nunca antes vi un patito tan feo”,
dijo el papá, con mucho descontento. “De
dónde pudo haber salido?”
“¡Pues de mi nido, como los otros!”
respondió la pata. “Puede ser que estuvo
demasiado tiempo dentro de su huevo…”
Los hermanos y hermanas del extraño
patito se burlaban de él sin cesar, y poco tiempo después todos los otros
animales del corral comenzaron a hacer lo mismo. También sus papás eran muy duros con él. Entonces el patito decidió irse y encontró un
estanque tranquilo donde vivir.
“Lástima que estoy tan solo”, dijo
el patito. “Aquí, al menos, nadie se
burlará de mi".
Lo que más falta le hacía a pesar
de todo, era tener amigos. Es por eso
que se puso muy contento y lleno de esperanza al ver una manada de patos
salvajes llegar al estanque.
“Bienvenidos a mi pequeño dominio”,
les dijo con mucha alegría. “¡Siéntanse
como en su casa!”
¡Cuác! “que criatura tan espantosa”
soltó una carcajada uno de los visitantes.
Y todos los demás empezaron a reír también.
El patito feo se sintió miserable y
llorando fue a esconderse en el rosal.
Los patos salvajes continuaron el viaje hacia el sur, pero él, que no sabía
todavía volar y al que todo el mundo despreciaba, no tuvo más opción que
quedarse en el estanque durante el invierno.
Una mañana, el patito solitario escuchó
un sonido fuerte en el cielo, levantó la cabeza y vio unos pájaros blancos grandes
pasar.
“¡Como son de hermosos!” Pensó él. “Daría todo por parecerme a ellos”.
Durante los siguientes días el aire
se hizo cada vez más y más frio y el estanque comenzó a congelarse. El patito estaba sentadito temblando cuando,
de pura suerte, un granjero muy gentil lo encontró y se lo llevó para su casa.
Cuando llegó de nuevo la primavera,
el joven sobreviviente regresó a su estanque…donde ahora nadaban esos magníficos
pájaros blancos que él había admirado en el otoño pasado.
¡Buenos días, hermano menor! Le dijeron
para darle la bienvenida.
Dibujos: Alla Ipatova y Petelina Inna