JACK Y LOS FRIJOLES MAGICOS

Había una vez un niño muy pobre que se llamaba Jack y vivía con su mamá en una granja en ruinas.  Un día, sin nada de dinero, la mamá de Jack lo envió a vender la única vaca que tenían al mercado.  De pronto, en el camino, un hombre le propuso cambiar la vaca por granos mágicos.  Jack aceptó y se regresó para su casa.

¿Eres estúpido o qué? Le gritó su mamá tirando los granos en el jardín.  ¡Nos vamos a morir de hambre!

Al día siguiente en la mañana, una planta gigantesca de frijoles estaba al frente de la casa y Jack trepó en ella.


Jack tuvo que subir hasta las nubes y mucho más alto hasta alcanzar la cima de la planta.  Entonces observó un inmenso castillo, y vio por una ventana una mesa cubierta de manjares.  Como estaba terriblemente hambriento, se aventuró a entrar.  Pero en el momento en que él iba a tomar un muslo de pollo, un gigante entró en la habitación haciendo mucho ruido.  El niño se escondió debajo de la mesa.


Jack temblaba de miedo al escuchar al gigante masticar.  Cuando terminó de comerse toda esa abundante comida, todo quedó casi en silencio, teniendo en cuenta los ronquidos del gigante, quien lleno casi a reventar, se durmió.  Saliendo de su escondite, Jack verificó si había quedado comida.  ¡En lugar de eso, vio huevos de oro al lado de los platos vacios!  Tomó todos los que más pudo y se dirigió hacia la puerta.


¡Ay! La pesada puerta sonó al abrirse y el gigante se despertó y vio al niño huyendo con sus huevos de oro.

¡Vuelve aquí, sucio ladroncito! Rugió él y comenzó la persecución.

Gracias a sus pies de gigante, atravesó las nubes de dos pasos, en el instante en que Jack llegó a la cima de la planta de frijol.  El niño se dejó resbalar por toda la planta, seguido de muy cerca por su perseguidor.

¡Detente, ladroncito! Gritaba.  ¡Si te agarro, te voy a moler los huesos para hacer harina!

Pero al llegar abajo, Jack tomó un hacha y cortó la planta de frijol desde la raíz.  El gigante se estrelló contra el piso, muriendo instantáneamente.

La pobre granjera salió apresuradamente de la casa, temiendo que algo malo le hubiera pasado a su hijo.  Pero Jack la tranquilizó, le mostró los huevos de oro y le contó toda la historia.  ¡Ella no podía creer lo que escuchaba!

¡Tuve mucho miedo hijo! Dijo ella al abrazarlo.  ¡No eres nada estúpido¡



Jack y su mamá obtuvieron mucho dinero cuando vendieron los huevos de oro. Ellos pudieron comprar mas animales y contratar gente para ayudarlos a cultivar la tierra, su finca se convirtió en una de las más prósperas de la región, y nunca más fueron pobres.

Dibujos: Alla Ipatova y Petelina Inna