Había una vez una hermosa niña a la
que llamaban Caperucita Roja porque siempre estaba vestida con una caperuza de
color rojo. Un día, su mamá le dijo:
«Caperucita ve a llevar esta canasta con galletas y un frasco de miel a
tu abuelita que está enfermita, no te salgas del camino y no hables con
extraños». La abuelita vivía al otro
lado del bosque. Pero la niña que amaba
el bosque, apenas salió de la casa comenzó a ver hermosas flores y decidió
armar un ramo con las flores más frescas y hermosas para llevarle a su
abuelita. Y fue así como Caperucita se
fue saliendo del camino sin darse cuenta, estaba tan entretenida que no se
percato del lobo que la observaba.
«Voy a ver a mi abuelita que vive al
otro lado del bosque», le respondió Caperucita Roja olvidando los consejos de su
mamá. «Ella está muy enferma y lo que le
llevo le va a hacer mucho bien.»
Apenas la niña retomó el camino, el
lobo tomó un atajo a través del bosque directo a la casa de la abuelita
enferma. Cuando el lobo llegó, encerró a la viejita dentro de un armario, se puso
el gorro de dormir y los anteojos de la abuelita y se acostó en su cama.
Caperucita llegó a la casa y se
acercó a la cama.
«¡Abuelita!» dijo Caperucita. «Has
cambiado mucho… ¡Que ojos tan grandes tienes, y que dientes tan grandes tienes!»
«¡Son para verte mejor mi niña y son
para comerte mejor!» murmuró el lobo mientras levantaba las cobijas.
Con gritos de terror, Caperucita Roja huyó rápidamente de la casa, siendo perseguida por el lobo. Afortunadamente, se encontró con un leñador quien amenazó al lobo con un hacha y ahuyentó al malvado animal para siempre. El valiente leñador ayudó a la niña a rescatar a su abuelita, y los tres festejaron con galletas y miel. Desde aquel día, Caperucita Roja siempre obedeció a su mamá.
Dibujos: Alla Ipatova y Petelina Inna